Monday, December 12, 2005

las crónicas del ridi. de lo lejos que queda Fuendetodos (primera parte)

Resulta que, habiendo vuelto yo de Londres el 31 de agosto, traté de quedar un día con mis superamigos de Nosolomaños para llevar a cabo una actividad lúdica (léase actividad distinta de quedar para beber. Beber es vivir, y aunque a veces pongan garrafón, no vamos a dejar de vivir por ello).

Llamé a unos y a otros, pero el que más ardor demostró a la hora de quedar fue David. Nos dio hora para el 26 de noviembre. De 2005, eso sí, que también es de agradecer. Ni un segundo antes.

Como ideas nuevas no salían desempolvamos una bastante vieja. Ir de Zaragoza a Fuendetodos en bicicleta de montaña, almorzar allí unos guevos fritos y volver. Sobre el papel el plan parecía perfecto.

Fuendetodos, Fuendetodos...de qué me suena a mí ese pueblo? Parece que os estoy viendo delante del ordenador. Como de costumbre, no os quemeis más pensando, que se os va a fundir el único plomo que teneis y os hace falta para ver al Neng de Castellfa. Fuendetodos es el pueblo donde nació Goya. Por vuestra madre, no os pregunteis quién es Goya.

Así que a las siete de la mañana del susodicho 26 de noviembre, me levanté preguntándome cómo era posible que fuera tan gilipollas, con lo bien que se estaba en la cama.

Compruebo la temperatura exterior. Más frío que manda Dios. Dos grados. Eso sí, dos grados de Zaragoza, useasé, dos gradicos. Y eso que nosotros los maños llamamos “aire” y vosotros, los del resto de España, “huracanes”.

Me enfundo unas mallas largas, camiseta interior, camiseta interior (no está mal. Sólo había dos camisetas interiores en la casa de mis padres pero si hubiera creído que quitaban el frío, me hubiera puesto también unos sujetadores de mi madre), orellet, cortavientos, braga (para el cuello. Pero de puntilla, muy mona), guantes, gorro y casco . Y en la mochila, cazadora de Thinsulate, por si refrescaba. Me bajo a esperar a Dani.

Después de soportar el descojono de varios viandantes y viandantas que todavía no se habían acostado porque, aparentemente, con mallas parezco familia de la gallina Caponata, aparece Dani.

Su equipamiento me llama la atención, así por de pronto:

- bicicleta de montaña (“muntan baic” en inglés)
- camiseta
- pantalón corto
- casco. Sin abrochar. Del revés.

Verídico como la vida misma.

Poco equipamiento, pero bueno.

No contento con eso, también se traía diez gintonics, dos tintos y una hamburguesa que se había enfundao en el Casco Viejo apenas unos minutos antes. Las buenas noticias es que parece ser que no se había metido nada de EPO (creemos que porque no les quedaba). Coño, algo es algo.

Conseguimos reunirnos con David y empezamos la travesía.

Primer repecho, primera interjección:

“PEROPORAHÍTENEMOSQUESUBIROQUEEEEE??”.

Pues va a ser que ya me está dando por el culo la travesía en bici. Pie a tierra, tós parriba.

Cima de la primera colina, Dani se percata de que tiene que hinchar las ruedas de la bici. Primera parada técnica. Tramo recorrido hasta el momento: no hemos salido ni del Parque Grande.

Llegamos al camino, alabado sea Dios. Dani, haz el favor, saca el mapa.
¿Dani?
...
...
...
vale, capto la indirecta. Me parece que Fuendetodos queda por allá.

Como es natural, nos perdemos y tardamos una horica como cabras monte arriba, monte abajo hasta encontrar el puto camino (me veo obligado a preguntar a mis compañeros “pero, y esta circunvalación?” La Z-40). Resultó casi peor el remedio que la humillación de que nos pasaran todos los cicloturistas de Aragón que ese día habían decidido hacer la travesía famosa. Tuvimos la mala suerte de que sólo a nosotros nos soplaba el viento de cara.

No nos arredramos (no tener autoestima es lo que tiene) y seguimos. Hasta que a la altura de Cuarte de Huerva se me ocurre (a mí solito) preguntarle a uno que tiene cara de espabilado (debía de ser de otro pueblo) que cómo de lejos queda Fuendetodos. Nos dice que por lo menos a tres horas y media o cuatro después de descojonársenos en la puta cara.

Antes de reventarle la cabeza como se merece hacemos un gabinete de crisis. David no siente las piernas, yo sí siento mi orto y Dani... ¿Dani? Pues eso. Se cancela la excursión.

Bajamos hacia Cuarte. Nunca mejor dicho. Pendiente del 15 % (léase cuesta abajo muy empinada, que te embalas, vamos). Alcanzamos la velocidad absurda. Empiezan a quedar de manifiesto diferencias entre las bicicletas de David, Dani y la mía:

- los frenos. Los muy nenas utilizan eso para evitar matarse. Yo, que soy muy macho, utilizo cara de espanto (que te frena mucho también) y los pies. Total, para lo poco que saco la bici, para qué voy a arreglar los frenos. Ya casi había olvidado las agradables sensaciones experimentadas en Inglaterra. Ese vivir al límite cada segundo, creyendo que es el último...

- la amortiguación trasera. Sus bicis tenían amortiguación delantera y trasera. Otra mariconada. Yo en cambio llevaba recto de carreras con flor de amortiguación múltiple, muy abierta sobre todo al final. Para mí se han acabado para siempre los supositorios de glicerina. Desde aquel día, a la hora de ir al baño, encesto sin tocar el aro. Ya puedo ir a la cárcel.

Disfrutamos entre lágrimas de los incomparables paisajes que nos ofrece la bajada: el vertedero de Cuarte de Huerva parece no acabar nunca. Es tan hermoso...
David y yo miramos toda esa belleza natural a nuestro alrededor y contenemos las ganas que nos entran de cogernos de la mano o de hacer algo incluso peor. En cuanto a Dani...¿Dani?

Sólo encontramos un bar abierto en todo barrio de Santa Fé y Cuarte de Huerva: Bar Juanjo. Botella de vino, dos guevos por cabeza y un festival de bacon, longanizas y chorizos. Nos sentimos felices como ninfas en el bosque. Es posible que nos comportáramos como tales. David hasta invitó, no te digo más.

Volvemos para casa. Parecía sencillo. Hasta que Dani vuelve a dar señales de vida dándose un hostión que cambió Cuarte de Huerva de sitio. Tres semanas después todavía no sabemos con qué chocó (bueno, sí, chocó con Cuarte). Bicicleta jodida. Como buen equipo Nosolomaños, reparto de tareas:

- David sujeta bici
- Alberto habla por móvil
- Dani repara con las manos desnudas.

Aunque no lo parezca, lo más difícil era lo mío. Demostrando que existe un Ser Superior que quiere a Dani porque le provoca ternura, éste consigue reparar la bici. Si lo intenta sobrio, bien dormido y con herramientas no lo consigue en su puta vida.

El caso es que lo consigue. Cinco horas después de haber salido volvemos a casa, gordos como tejones, helados como polos de limón, pero felices. La siesta que se echó Dani esa tarde la cantarán los bardos por toda la eternidad.

Ahora bien, habiendo fracasado en una misión como esta, alguien cree que nos rendimos con el poco que hacer que tenemos??? No os perdais la segunda parte de esta horrible historia con nuevas y aterradoras sorpresas.

Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaalaacascarla