Wednesday, October 12, 2005

las crónicas del ridi. y aqui vaaa la despedidaaaa...de Londres

Hola, amiguitos del ridi.

La pesadilla ha terminado. He vuelto. Tengo sed. Yo, si fuera vosotros, iría comiendo pan. Y no corrais, que es peor.

Os empiezo a escribir en el avión de vuelta a Zaragoza, en el que me siento con dificultad. No, no es que vuele sentado en una caja de San Miguel por ser más barato o haya cambiado de orientación sexual aprovechando que nadie me miraba durante mi estancia en Londres (a mí me da igual, mientras haya sexo, yo m´apunto), sino que para despedirme he hecho el viaje con exceso de equipaje. Me pasaba un poquito del permitido. Unos 30 kilos.

Yo, para no pagar, les he intentado explicar que, no sólo soy muy buen cliente (a estas alturas montarme en el avión de Ryanair para mí es más o menos igual de excitante que coger el autobús 38 desde la avenida Goya hasta Miguel Servet), sino que además les he hecho muy buena publicidad de sus vuelos en mi página web.

El hecho de que haya que tenido que soltar para despedirme 135 libras demuestra varias cosas:

- efectivamente “Las crónicas del ridi. Con Ryanair, viaja más por menos” ha tenido mucho éxito y estos hijos de puta la han leído.
- no les ha gustado
- tampoco tienen sentido del humor
- con estos precios no me extraña que se compren aviones. Con dos como yo que hayamos caído en el vuelo, rentabilizamos el vuelo a Zaragoza para seis meses. Se quejará Belloch.
- ya puede mejorar el día, porque a las ocho de la mañana:
1. he tenido que madrugar. Me he levantado a las cinco. Como si fuera un pobre. Dónde iremos a parar...
2. me he quedado sin piso en Londres
3. no me ha dado tiempo de despedirme de mi querida compañera de piso. Me queda el consuelo de saber que la despedida ha sido dura para los dos y que, a pesar de todo, ha sido consciente de mi partida
4. he vuelto a un país tan tercermundista, subdesarrollado y falto de expectativas como España (me detendrán por haber escrito esa palabra que sólo pronuncian los nazis fanáticos? Estoy cagao...). O a lo que queda de ella.
5. me han sodomizado cobrándome las ya mencionadas treintaypico mil pelas, dejándome el orto cual flor de loto. Desde el punto de vista económico sí que podemos decir que esta experiencia ha sido sexual a tope. El que no se consuela es porque no quiere.

Supongo que en una ocasión tan señalada debería ponerme solemne y escribir algo sobre lo bonito que es todo, lo mucho que he aprendido y me he desarrollado como persona, lo emotivo de la despedida de toda la gente a la que he llegado a apreciar, o sobre cómo la memoria de los buenos ratos pasados me acompañará hasta el día de mi muerte.

Mariconadas.

A los que les tenía que decir algo, ya se lo he dicho. Y a los que no les tenía que decir nada, pero les seguía debiendo pasta, llevo semanas esquivándolos.

De repente caigo en que no os he explicado por qué no he vuelto antes con vosotros. Es decir, no os he explicado qué es una “dissertation”. Así que hoy, amigos de Bricomanía, os voy a explicar lo que es y cómo se hace una dissertation.

Primero de todo, no seais paletos y leed “diserteischion”.

Segundo de todo. Cójase su verano en Londres. Ese que tenía reservado para hacer viajes por doquier y acostarse con cualquier cosa que respirase en los escasos ratos libres que le dejase su permanente estado de feliz ebriedad.

Tercero. Sustitúyase el plan inicial por encerrarse en una de las mejores bibliotecas del mundo a leer los papeles que a lo más friki de los cinco continentes le ha dado por vomitar sobre la Economía, el Derecho y la madre que los parió a los dos. Número recomendado de fuentes: mínimo cincuenta. No es coña.

Cuarto. Se supone que el paso anterior os ha dejado algún tipo de rastro o inspiración. De forma que te sientas delante de uno de los miles de ordenadores de la biblioteca antes mencionada y empiezas a generar tu propia parida.

Quinto. Constatas que un año en el extranjero y las lecturas de antes no te han hecho ningún efecto. Sigues siendo el puto inútil de siempre y las lecturas frikis sólo te han dejado ganas de matar a los cincuenta autores antes mencionados. Tienes la idea recurrente de que, si los matas, ganas tú porque te compensa del tiempo que te han hecho perder y además gana el medio ambiente porque no se cortan más árboles para hacer papel en el que plasmaran sus chorradas. Coño, ganamos todos.

Sexto. Decides dejar vivos a los autores porque caes en la cuenta de que muchos de ellos son ingleses o viven en Inglaterra. Y este país se merece eso y más.

Séptimo. Como ya está claro que de tu cosecha no vas a escribir más que otra crónica del ridi, decides dar un paso valiente y gallardo: copias.

Cuando llevas algunos miles de palabras copiando te das cuenta de que mola y que eres capaz de hacerlo indefinidamente. Supongo que por eso y porque no se te ha ocurrido a ti sólo pusieron quince mil palabras de límite del trabajo.

Octavo. Sólo cuando llevas copiadas diez mil palabras respiras tranquilo. Ahora sólo tienes que poner una introducción y una conclusión de tu cosecha y a correr.

Noveno. Hostiaputa, qué inútil que soy. Vaya mierda de introducción y de conclusión que me he marcado. Va a que ser que hay que copiarlas tambien...

Décimo. Firmas unos papeles a los que te obligan para poder presentar el trabajito famoso y que deben ser muy importantes porque la gente se pone muy seria. No sé, yo quiero largarme a la playa, así que como si me ponen delante mi sentencia de muerte. Los firmo. Me la pela. Por cierto, alguno sabeis lo que significa “plagiarism”?

Presentados los papelitos, yo ya sólo aspiro a que no me den más por el saco (como veis, me lo curro para no decir “den por el culo”. Esta crónica se debería llamar “sodomanía”) y que el resto de los estudiantes haya escrito una dissertation tan mala como la mía.

Visto lo visto, hay motivos para estar tranquilo.

Ahora bien, esto no se queda así. Después de malgastar el último año de mi vida en la London School of Economics, pienso devolverles golpe por golpe. Se van a cagar. Me da igual que a lo largo de su historia hayan tenido trece premios Nobel. Si soy yo mismo y le digo a todo el mundo dónde he estudiado, les voy a dar el mismo prestigio que Jose Luis Rodríguez Zapatero a su profesor de Derecho Constitucional. En unos años esto es una academia de inglés. Al tiempo.

Bueno, pecadores. Ya pensaré si tengo tiempo y ganas de escribir más paridas de estas, que ahora se supone que tengo que convertirme otra vez en un adulto y comprarme un piso. Sí, pues como no me haga chapero...

Aaaaaaaahivaros a cascarla, culebras

Pd. Os habeis dado cuenta de que llevo dos crónicas sin nombrar al Sebas ni al Derek (cuyo nombre, por cierto, he escrito mal siempre. La culpa es tuya por no llamarte Fernando)??? Uyyyy, qué chungo...Vamos a ser sinceros. La verdad es que había que cambiar el rollo porque llegó un momento que parecía que les estaba escribiendo el blog a ellos. Por el morro. Y desde ahora, de gratis, ni escupo. Yo, como Cela, opino que los escritores son (somos?) como los toreros o las putas, que pueden torear en festivales o joder de capricho, pero no bajan los precios jamás

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